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Eutonía – Entrevista exclusiva a RAYMOND MURCIA

raymond-murcia-2.jpgRaymond Murcia, de origen francés, fue discípulo directo de Gerda Alexander, creadora en 1957 de la eutonía, disciplina que apuntaba originalmente a lograr el tono muscular exacto para cada actividad. Pertenece a la Formación Internacional que lleva su nombre y se realiza durante diez años en Francia. Tiene diplomas universitarios en Psicomotricidad y Neuropsicología. Es D.E.A. en Psicología Genética, Doctor en Educación Física y Licenciado en Filosofía. Sin embargo, su mayor interés está en la eutonía, a la que considera de importancia para contribuir a la evolución del individuo y a la que a lo largo de los años ha ido enriqueciendo con sus aportes teóricos y su experiencia.

Desde hace 16 años Murcia viene año a año a la Argentina, invitado por las eutonistas Susana Ferreres, Directora Académica del Instituto Argentino-Francés de Eutonía y Alicia Souto, de la Universidad del Salvador. En una reciente charla en su última visita a nuestro país, este cronista pudo entrevistarlo nuevamente, como en su primera venida, y pasar en carne propia por la experiencia de la eutonía durante un seminario de dos días.

Por Ricardo Gómez Vecchio

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“El sistema nervioso me parece el sistema más complejo y misterioso de todo nuestro organismo”

ENTREVISTA A LA INVESTIGADORA LAURA BORODINSKY

Hace tres años la doctora argentina Laura Borodinsky, con tan sólo 36 años de edad, realizaba un aporte destacado al conocimiento del funcionamiento del sistema nervioso. Desde el laboratorio de Nicholas Spitzer en la Universidad de California, en San Diego, describía que el tipo de neurotransmisores que fabrican las neuronas no depende únicamente de un programa genético predeterminado, sino que puede cambiar durante el desarrollo embrionario.

Su trayectoria profesional y los resultados de esta investigación – que fueron inmediatamente patentados–, le permitieron, entre otras cosas, acceder a subsidios de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos, y a dirigir su propio laboratorio en la Universidad de California, en Davis. En la entrevista concedida a la Agencia CyTA, la investigadora cuenta los pasos de su trayectoria profesional en el sistema científico estadounidense.

(18/9/07 – Agencia CyTA – Instituto Leloir. Por Bruno Geller)

-¿Desde cuándo investiga en los Estados Unidos?

-En octubre de 2001, me fui de la Argentina con mi esposo y mi hijo de un año y medio a San Diego, California y estuvimos allí hasta julio de 2006, año en que nos mudamos a Sacramento, California y aquí estamos desde ese entonces. En noviembre está por nacer mi segundo hijo.

-¿Por qué eligió Estados Unidos como destino?

-Tenía la idea de hacer un posdoctorado en el exterior, y EE.UU. es el país que ofrece más oportunidades en ese sentido. Creo que la experiencia de hacer un posdoctorado en el exterior es muy importante para toda carrera científica, decida uno después volver o quedarse en el exterior. Permite trabajar sin restricciones económicas y entonces uno puede moverse con más libertad, sin sentirse limitado por circunstancias que no tienen que ver necesariamente con la lógica detrás de la investigación que uno está siguiendo. Me parece que eso hace que el potencial de uno como científico independiente se expanda. Además, si uno elige ir a un lugar muy bueno, tiene la posibilidad de interactuar con científicos sobresalientes y eso también es importante para la carrera futura.

-¿En ese período fue que dio con novedosos resultados sobre el desarrollo embrionario de las neuronas que fueron publicados en la prestigiosa revista científica Nature?

-Así es. El título de mi trabajo fue “La expresión de neurotransmisores en neuronas embrionarias depende homeostáticamente de la actividad eléctrica neuronal”. Lo novedoso de la investigación es que nunca se había planteado en forma contundente que una propiedad característica de la identidad de las neuronas, es decir, el tipo de neurotransmisor que fabrican para comunicarse con otras neuronas a través de sinapsis químicas, podía depender de algo que no fuera un programa genético predeterminado.

-¿Y cuál es ese factor?

-Descubrí, junto a un equipo de colegas, que las neuronas embrionarias de la médula espinal del sapo Xenopus laevis exhiben una actividad eléctrica espontánea antes de que se formen las sinapsis. Esta actividad provoca cambios transitorios en la concentración intracelular de calcio. Distintos tipos de neuronas (sensoriales, motoras, entre otras) presentan diferentes patrones de actividad neuronal espontánea, esto es, cambios en la concentración intracelular de calcio. Esas observaciones nos condujeron a la hipótesis de que quizá los distintos patrones de actividad podían estar relacionados con la adquisición de distintas identidades por parte de las neuronas espinales.

-¿Cómo fue que demostraron esa hipótesis?

-Modificamos estos patrones espontáneos de actividad, suprimiéndolos por completo o aumentando la actividad de todas las neuronas y evaluamos qué neurotransmisor/es fabricaban las neuronas. Los resultados mostraron que cuando la actividad se suprime, las neuronas fabrican neurotransmisores excitatorios, o sea, neurotransmisores que tratan de aumentar la actividad del sistema nervioso. Y cuando la actividad es forzada a niveles altos, las neuronas fabrican neurotransmisores inhibitorios, los que tratan de disminuir la actividad del sistema nervioso. La biología del desarrollo en general es un campo muy dominado por la genética y pienso que es por eso que este trabajo tuvo tanta repercusión.

-¿Cuáles son las implicancias de ese hallazgo en futuras terapias?

-Ese trabajo fue estrictamente de ciencia básica. Estamos hablando de embriones de sapo, o sea que estamos bastante lejos de un humano adulto. Sin embargo pienso que entender los conceptos básicos que explican los distintos fenómenos biológicos a la larga sienta las bases para diseñar una terapia seria para distintas enfermedades como la depresión y la esquizofrenia en las que se produce una falta de balance en la producción, o metabolismo de ciertos neurotransmisores. El asunto es que las drogas no curan la enfermedad sino que en el mejor de los casos alivian los síntomas. Hay un largo camino por recorrer, pero lo cierto es que en la actualidad hay terapias para estas enfermedades basadas en estimulación eléctrica transcraneana con cierto grado de éxito.

-¿Cómo cambió su carrera profesional el logro de estos resultados?

La publicación de este trabajo fue sin duda muy importante para mi carrera profesional. Me permitió conseguir un subsidio de investigación de la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos aun estando en San Diego, en donde no tenía mi propio laboratorio sino que trabajaba bajo la supervisión de Nicholas Spitzer. Esto a su vez me permitió convertirme en una candidata más fuerte y atractivo para las universidades a las que aplicaba para un puesto de profesora. Si ese trabajo no hubiera resultado, yo no estaría donde esto, hoy por hoy.

-¿Dónde trabaja actualmente?

-Estoy empleada por dos instituciones. En el departamento de Fisiología y Biología de la Membrana de la Escuela de Medicina de la Universidad de California, en Davis, y en el Instituto de Medicina Regenerativa Pediátrica del Hospital de Niños Shriners de California Norte. Dirijo mi laboratorio de investigación además de tener responsabilidades docentes en la Facultad de Medicina. En el laboratorio somos cuatro, dos posdoctorandos, una técnica y yo.

-Yendo a los orígenes de su carrera, ¿qué la motivó a estudiar química en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA?

-Creo que fue una mezcla entre el interés por las ciencias en general y la influencia de una profesora de química que tuve en cuarto año del secundario que fue la primera que me hizo pensar y razonar, en vez de repetir información como un loro. Me gustó el desafió y seguí química pensando que me iba a dedicar a química teórica o química nuclear, pero hice el doctorado y mi tesis se orientó hacia el campo de la Neurobiología del Desarrollo. En la misma Facultad, fui docente y también becaria posdoctoral del CONICET.

-Basándose en su experiencia, ¿Podría mencionar algunas diferencias que percibe en la forma de hacer investigación en el sistema científico argentino y en el sistema científico estadounidense?

-Me gustaría contestar esta pregunta desde un punto de vista mas general que personal, pero la verdad es que no se como abstraerme de mi experiencia personal. Una de las diferencias más notables es el tamaño de la comunidad científica. En Argentina es muy chica, eso hace que la evaluación de aplicaciones de becas y subsidios esté siempre contaminada con amistades, enemistades y compromisos. Me parece que el sistema en EE.UU. es más justo y transparente y está más basado en meritos que en otra cosa.

-¿Percibe alguna diferencia con respecto a los planes científicos?

-El sistema científico en los Estados Unidos no es improvisado. Existe un plan detrás de cada adjudicación de subsidios y detrás de cómo se reparten los fondos entre distintas disciplinas. En Argentina yo siempre tuve la impresión de que no existe un plan ni una idea de cuales son los objetivos que el país se plantea en términos de que tipo de investigación se quiere hacer y adónde se quiere llegar. Por supuesto sumado a la inestabilidad económica es muy difícil predecir y planear con éxito.

-¿Qué otras diferencias nota?

-Una diferencia obvia es que en EEUU hay más recursos para investigación que en Argentina. Conseguir reactivos para trabajar en Argentina era una misión imposible. Aquí las compañías se pelean por ofrecerte el mejor producto, al mejor precio. No hay demoras entre “necesito esto” y “ya tengo todo lo que necesito para hacer el experimento”. En Argentina podían pasar meses entre una cosa y otra. Llegábamos tarde con los resultados y ya no eran tan originales como deberían. Pero no todo es color de rosas: El sistema en Estados Unidos es más salvaje que en Argentina. Si no producís fuiste. No hay un sistema que te proteja y te garantice tu puesto a pesar de una mala racha en tu trabajo.

-¿Por qué eligió hacer investigación en el campo de las Neurociencias?

-En particular me interesa el estudio del desarrollo del sistema nervioso. Elegí este campo de investigación porque es la combinación de dos áreas que me fascinan. Por un lado me interesa saber cómo es que a partir de una célula y un determinado y único contenido genético se pueden generar la variedad de células que forman un organismo. Por el otro lado, el sistema nervioso me parece el sistema más complejo y misterioso de todo nuestro organismo. Eso hace que cualquier contribución científica que uno haga pueda resultar en un avance importante. Otro aspecto de la investigación en Neurociencias que me atrae es que se necesita abordarla desde distintas disciplinas: física, química, matemática, informática y biología.

-¿Le gustaría volver a trabajar en la Argentina?

-Si algo uno aprende como argentino es a no planear la vida y el trabajo a largo plazo. La idea que tengo es disfrutar el vivir y trabajar aquí. Si en algún momento lo que extrañamos sobrepasa este disfrute entonces probaré volver a Argentina con mi esposo y mis hijos. Yo no pienso que uno vuelve a Argentina porque las condiciones de trabajo sean mejores o peores sino por los afectos. Por suerte Argentina ofrece hoy una situación razonable para los científicos que deciden volver y eso está muy bien. Si vuelvo, me gustaría encontrarme con un sistema basado en merito que estimule y premie la producción y excelencia.

PSICOLOGÍA POSITIVA. Entrevista a María Martina Casullo

La doctora María Martina Casullo, ex Secretaria Académica de la Facultad de Psicología de la UBA e investigadora del CONICET, propone que la psicología deje de ver sólo las carencias del sujeto y se ocupe también de sus fortalezas. De la epidemiología a la Psicología Positiva, la historia de una investigadora que apuesta por la prevención.

(12/04/06 – Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Florencia Mangiapane y Ricardo Gómez Vecchio)

-¿Cómo se orientó a la Psicología?

Yo quería estudiar Historia, pero cuando fui a anotarme a la facultad, estaba anunciado que se abría por primera vez la carrera de Psicología. Entonces pensé que era un desafío interesante dedicarse al estudio de la historia personal, centrada en el sujeto y no en los fenómenos sociales, así que en el ‘58 empecé y me gustó. Pero siempre me interesó más la enseñanza y la investigación.

-Y en investigación, ¿qué fue lo primero que hizo?

Me convocó Pagés Larraya a fines del año ‘64 para el Programa de Epidemiología Psiquiátrica (PEPSI). Necesitaba un psicólogo que no estuviera centrado en el psicoanálisis, así que empezamos a trabajar en el primer estudio epidemiológico.

-¿Qué estudiaban?

Epidemiología de las psicopatologías, prevalencias. Pagés inicia en la Argentina la etnopsiquiatría, un programa que estudia la enfermedad que se produce en un contexto social y que debe ser interpretada según valores culturales. En aquel momento era el primer estudio de ese tipo. Más adelante me incorporé como Técnica Principal del CONICET, en el ´84 entré a la carrera de investigadora, y ahora soy investigadora principal.

Cuando empezó, ¿qué camino seguía la investigación en psicología?

En la Argentina, la investigación era de corte experimental. A mí siempre me interesó más el proyecto de vida del sujeto. Apenas terminé la carrera me fui a Estados Unidos a cursar el doctorado en la línea del counseling rogeriano.

¿Cuál fue el tema de su tesis?

Adolescentes en riesgo. La idea central era estudiar los factores neuro-bio-intrapsíquicos, psicológicos, culturales y sociales que determinan que un adolescente puede estar en riesgo. Los capítulos tratan temas como depresión, suicidio, soledad, aislamiento, y en el último me refiero a los adolescentes talentosos, porque considero que en una sociedad tan mediocre el sujeto talentoso está en riesgo.

-¿Por qué?

Dentro de los valores de una cosmovisión judeocristiana siempre está mejor visto ayudar al que le falta, y no tanto al que tiene. El sujeto talentoso, sobre todo en la adolescencia, llega a tener problemas de conducta. A un sujeto con potencialidades excepcionales –Maradona podría ser un ejemplo– hay que ayudarlo para su crecimiento personal, para que no se transforme en un caso clínico. El sujeto muy capaz necesita un tipo de abordaje educativo que lo ayude a insertarse a partir del talento. Imagínense a Bruno Gelberg en la clase de música de la escuela secundaria.

¿En el programa de Epidemiología comenzó a trabajar con los tests?

Sí. Para hacer epidemiología hay que diseñar técnicas, que son un medio, no un fin. No creo que el diagnóstico se pueda hacer sólo desde lo transferencial. La detección de un tumor o de determinadas posibilidades concretas, también hablando de los talentosos, no se logra solamente a partir de una entrevista. La evaluación a lo mejor confirma una hipótesis que el psicólogo se planteó a través de dos o tres entrevistas. Sin la entrevista y la observación, la psicología no puede constituirse como ciencia, ni llevarse a la práctica. Lo que pasa es que se confunden tests con técnicas.

¿Cuál sería la diferencia?

El test supone normas: comparar a un sujeto con un promedio. El problema es el mal uso de los tests. Por ejemplo, toman los estadios piagetianos sin tener en cuenta la realidad sociocultural. ¿Dónde estudió Piaget y dónde encontró que un chico llega al lógico conceptual entre los doce y los trece años? No en Ensenada, ni en la Puna de Atacama. La validación sociocultural de la técnica es un tema muy importante.

-¿Cómo surgió su interés por la Psicología Positiva?

La epidemiología, de alguna manera, intenta vincularse con actividades de prevención, y en el siglo XXI el campo disciplinar que más se ocupa de lo preventivo es esencialmente la Psicología Positiva o Salugénica.

-¿Qué es la Psicología Positiva?

Es un campo nuevo, que empieza a sistematizarse a comienzos de los ’90 en la Universidad de Pensilvania, con Martin Seligman a la cabeza. Lo interesante del enfoque es que, en vez de ver lo que le falta al sujeto, analiza qué capacidades tiene e introduce temas como la capacidad de perdonar o la sabiduría. Por ejemplo, no podemos seguir viendo a la tercera edad sólo en función de la demencia y el deterioro, porque también en la tercera edad se consigue la sabiduría. La propuesta es hablar de fortalezas yoicas, en vez de hablar de síntomas, sin negar la existencia de los síntomas. Porque el sujeto es al mismo tiempo sus síntomas y sus fortalezas.

-¿Hay antecedentes de este enfoque?

Sí, en realidad es un revival de una postura de los años ’50 y ’60. En Psicología Positiva no partieron de cero, sino que han ido tomando temas desarrollados anteriormente por otros psicólogos, como el proyecto de vida y el desarrollo personal. En sus orígenes, retoman las ideas de Maslow, de Rogers y las de un investigador israelí muy interesante, Aaron Antonovsky, un psicólogo social, ya fallecido, que estaba trabajando en Israel con víctimas de campos de concentración. Cuando analizó por qué sobrevivieron los que sobrevivieron empezó a hablar del sentido de coherencia.

-¿Qué países se están orientando actualmente a la Psicología Positiva?

Estados Unidos, Canadá, algunos grupos en Inglaterra, Alemania y, a su manera, muchos países latinoamericanos, que lo están haciendo desde la participación comunitaria, desde el trabajo con el sujeto como actor. Hay toda una línea latinoamericana que trabaja mucho en este enfoque. En nuestra realidad también hay muchos trabajos sobre resiliencia: cómo a pesar de la pobreza y de las guerras, el sujeto no se achica sino que utiliza lo que esa situación dolorosa o traumática le deja para luchar por sus derechos.

-¿En la Argentina no se conocía este enfoque?

En Iberoamérica recién estamos en los comienzos. Y en la Argentina a nivel de las universidades somos el primer grupo que lo plantea como proyecto de investigación. Cuando hay un pensamiento hegemónico, el tratar de abrir un espacio para un pensamiento alternativo es un atrevimiento. En el plan de estudios de la carrera de Psicología en la Universidad de Palermo se ha incorporado el enfoque salugénico o positivo dentro de las asignaturas obligatorias.

-¿Qué aplicación tiene la Psicología Positiva en la clínica?

El siglo XXI es el siglo de integración de modelos en psicoterapia. Los psicólogos nos tenemos que preguntar qué aportan el psicoanálisis, la psicología cognitiva, la teoría sistémica, y también qué tiene para aportar la psicología positiva. Nuestro gran desafío es integrar, porque ningún modelo por sí mismo tiene la respuesta para todos los problemas.

-¿Sería irracional trabajar en psicología basándose sólo en algún modelo?

Considero que un psicólogo puede dedicarse solamente al psicoanálisis, por ejemplo, pero primero hay que hacer una evaluación diagnóstica para ver si el sujeto es analizable y lo que padece puede ser tratado desde el psicoanálisis. El diagnóstico es un paso indispensable en la clínica y también en educación, aunque en este campo habría que hablar más de evaluación que de diagnóstico, porque si no metemos a todos los chicos en un mismo programa. Yo tuve una gran discusión en su momento con el mal llamado método didáctico de Emilia Ferreiro. La idea de que no hay que corregir errores, que las cosas se construyen y se descubren, es válida si el chico tiene las necesidades básicas satisfechas y suficiente contención familiar. Si no, no construye nada. Hay realidades donde ese método no opera. Para hacer una sugerencia pedagógica, se requiere evaluar previamente si los sujetos están en condiciones para esa experiencia, porque si no, en nombre de lo nuevo somos muy reaccionarios y los que quedan marginados son siempre los mismos.

-Entonces la Psicología Positiva tiene aplicaciones más allá de la clínica.

Por supuesto. Tiene enormes aplicaciones, no sólo en la práctica clínica, en psicoterapias de pareja y de familia, sino también en la práctica social, educativa y forense. En las cárceles se pueden hacer trabajos de rehabilitación planteándose esa posibilidad, desde lo que el sujeto tiene, desde su capital psíquico, y no sólo desde las ideas iluminadas de nosotros los psicólogos.

-¿Qué sería el capital psíquico?

Es un concepto que esboza Seligman y a mí me interesó mucho. Así como hay capital económico y capital cultural, también existiría el conjunto de fortalezas yoicas o capacidades que el sujeto tiene para desarrollarse y vivir “a pesar de”. Incluye la resiliencia, los valores, las creencias.

-¿Cómo se formaría el capital psíquico en una persona?

Siempre a partir de las experiencias y en un contexto sociocultural específico. Supondría la inteligencia emocional, aunque yo prefiero hablar de un uso inteligente de las emociones, que es otra forma de decirlo. La capacidad de perdonar, por ejemplo, se ve mucho en violaciones, conflictos de pareja y abuso de menores. Estoy hablando siempre del nivel psicológico. Hay muchas situaciones en la vida de un sujeto en las que es imprescindible perdonarse para lograr desde la mirada clínica un tratamiento eficaz. Otras fortalezas del capital psíquico son la gratitud, la perseverancia, el liderazgo, la participación y el amor. Yo he dirigido un proyecto UBACyT sobre amor, pareja y celos. Aunque cueste creerlo, la psicología científica nunca abordó de manera sistemática estos temas. Eran tradicionalmente temas de la literatura, de la filosofía.

Usted trabajó con adolescentes de distintas regiones del país. ¿Qué diferencias encontró?

En la Argentina hay un mapa muy interesante de regiones culturales diferentes. En el amor, los porteñocéntricos se muestran más progresistas y más desvinculados de redes sociales, mientras que, en el adolescente del interior, el peso de la familia y de los amigos todavía es un poco más fuerte. Otro tema es la tercera edad: los geriátricos son un invento de la gran ciudad. Un sujeto de una comunidad del interior no manda a la abuela a un geriátrico, porque todavía subsiste el patrón de la unidad familiar. En el pequeño pueblo pesa también la falta de anonimato… El primer trabajo con Pagés Larraya recuerdo que lo hicimos en Carmen de Patagones.

-Ahí en 2004 se produjo la masacre donde Junior mató a tres compañeros de colegio…

Sí. Hacía tiempo que los psicopedagogos decían que el chico tenía problemas. Pero los argentinos somos poscromagnón….No hemos desarrollado una actitud preventiva. Tuvieron que morir 194 personas para que tomáramos conciencia de que se trataba de un lugar de riesgo. La ciudad de la Patagonia con una alta tasa de prevalencia de suicidios adolescentes es Las Heras, en Santa Cruz. Han surgido conflictos laborales, sindicales, violencia. ¿Qué se está haciendo por la prevención del suicidio? Leila Guerriero ha publicado un libro sobre el tema. Hay soledad y aislamiento geográfico, que llevan a consumir alcohol, entre otras cosas. Otro tema de nuestra época es el tiempo libre.

¿Por qué se descuida la prevención?

Pareciera que la prevención no da rédito político inmediato. En la provisión de servicios estatales, hay que ir a la descentralización, es vital para la prevención efectiva. Cuanto más se descentralice, mejor se van a llevar adelante las acciones de prevención. Creo que cuanto más chica es una comunidad, más fácil es trabajar en acciones preventivas. Lo importante es capacitar a los actores sociales interesados.